Conoce mejor nuestra historia y nuestra pasión.
AMARILIS:
“Nací en Arequipa, pero mis raíces abrazan una mezcla cultural rica y diversa. Por un lado, mis abuelos paternos provienen de Ayacucho, tierra de arte y resistencia, donde destaco la figura de mi abuela María Cáceres, familiar del Gran Mariscal Andrés A. Cáceres, “Héroe Nacional del Perú”. Por otro lado, mi familia materna une la tradición cusqueña con el carácter arequipeño, y en especial con el ejemplo de perseverancia, trabajo y amor al prójimo de mi madre Elizabeth. Cusco, Ayacucho y Arequipa conforman así la esencia de mi identidad.
La idea de crear un concepto de ayuda sostenible nace precisamente de esa conexión profunda con mis raíces. Este proyecto nació en Cusco, pero se extiende a otras regiones con el objetivo de generar oportunidades reales para mujeres de diferentes comunidades andinas, revalorizando el trabajo artesanal y de diseño desde un enfoque justo, sostenible y colaborativo. Desde el corazón de los Andes trabajamos junto a diseñadores independientes y mujeres artesanas, creando una red de apoyo que no solo impulsa la economía local, sino que también asegura la transmisión de saberes ancestrales.
Me reconozco en cada mujer con la que colaboramos, en cada historia que se teje, en cada diseño que nace del encuentro entre tradición y contemporaneidad. Este proyecto no solo busca generar empleo, sino también dignificar el trabajo creativo y artesanal, desde una perspectiva humana y profundamente arraigada en nuestras raíces.”
LUCIANA:
Nací en la ciudad del Cusco, con raíces cusqueñas y de Sicuani, una tierra andina que llevo con orgullo en mi identidad. Soy psicóloga y gran parte de mi camino profesional lo dediqué a la educación y al trabajo en comunidades rurales, siempre con un compromiso profundo hacia el crecimiento y la autonomía de las mujeres.
Soy hija de Ronald y Eva. Mi padre, antropólogo, me enseñó a transitar la vida con una mirada crítica y empática hacia la diversidad cultural. Mi madre, desde su labor en el turismo, me mostró cómo nuestras raíces podían abrirse al mundo sin perder su esencia. Ambos me llevaron a conocer el Perú rural, inspirándome un amor inquebrantable por la justicia social, la cultura viva y la mujer andina.
De mis abuelas, Obdulia y Alinda, heredé lecciones que aún me acompañan. Alinda, con su humor y alegría, me enseñó a mirar la vida con ligereza y ternura. Obdulia, con sus manos tejedoras, me transmitió el valor de cada puntada como acto de protección, abrigo y memoria. En sus tejidos comprendí que la tradición es también una forma de amor.
Más tarde llegó Rafaella, mi hija. Cantante, violinista y profundamente justa, ella me inspira no por lo que representa, sino por lo que es: auténtica, sensible y luminosa. En su voz y en su música encuentro la esperanza de un mundo más humano, y en su mirada de equidad y justicia, la certeza de que el futuro puede ser distinto. Rafaella es mi faro, mi horizonte, la fuerza que me impulsa a reconstruirme cada día y a soñar con dejarle un camino más bello.
De todos estos aprendizajes y memorias nació mi pasión por la moda sostenible: una forma de honrar lo ancestral, cuidar la tierra y visibilizar el trabajo de las mujeres andinas. Este proyecto me inspira y me enorgullece porque en él convergen mis raíces, mis pasiones y mi experiencia, iluminados por la fuerza de mis ancestras. Es la síntesis de mi historia y un camino colectivo que busca dignificar, inspirar y construir un futuro más justo y bello.
Para mí, Magnolia no es solo una flor. Magnolia es el nombre de una mujer andina que deja en cada tejido su arte y sus conocimientos ancestrales. Magnolia protege, cuida, transmite y resguarda la memoria de su pueblo. Magnolia es mi abuelita Obdulia, con sus manos firmes y amorosas que me enseñaron que cada punto tiene un propósito, que cada prenda puede abrigar el cuerpo y también el alma.
Magnolia es, en esencia, un homenaje a todas las mujeres que, como ella, han tejido con paciencia y dignidad la historia de nuestras comunidades.”
UN SUEÑO TEJIDO ENTRE DOS AMIGAS
Hace 17 años, dos adolescentes cusqueñas, Amarilis y Luciana, compartieron un mismo sueño: abrir una tienda donde la moda fuera también un espacio de visibilidad y orgullo para la cultura andina. La vida, sin embargo, las llevó por caminos distintos. Amarilis estudió Administración de Empresas y se vinculó al mundo corporativo; Luciana se casó, se convirtió en madre de Rafaella —su mayor fuente de inspiración—, estudió Psicología y la ejerció durante varios años. El sueño quedó en pausa, pero nunca se apagó.
Con el paso del tiempo, y tras recorrer caminos diferentes, el destino volvió a reunirlas. Ahora, convertidas en mujeres profesionales y con más aprendizajes a cuestas, decidieron que había llegado el momento de retomar aquella ilusión guardada durante 17 años. Fusionaron sus conocimientos, sus pasiones y su compromiso social, convencidas de que podían crear algo mucho más grande: un espacio que diera visibilidad al arte y a la fuerza de las mujeres artesanas del Cusco.
Así nació Magnolia. Más que una tienda, es un lugar donde cada prenda refleja historia, tradición y esfuerzo. Aquí, cada puntada es el testimonio de mujeres que trabajan con pasión, cada diseño lleva consigo creatividad y dignidad, y cada producto cuenta una historia auténtica de nuestra tierra.
Nuestro proyecto tiene alma, porque nace de nuestras raíces y de nuestros sueños concretados con una finalidad: visibilizar, honrar y dignificar el trabajo de las mujeres andinas, llevando al mundo piezas que no solo visten, sino que transmiten identidad, amor y esperanza.
Crear prendas únicas elaboradas por mujeres andinas artesanas, reconociendo y dignificando su trabajo, transmitiendo saberes ancestrales y ofreciendo moda consciente que celebre la fuerza, creatividad y autonomía de las mujeres
Ser una marca referente de moda ética en América Latina, que impulse la valoración del tejido andino como arte vivo, genere independencia económica para las artesanas y transforme la manera en que la sociedad percibe el rol de la mujer en la cultura y en la moda